Microrrelato: Hic sunt dracones
Antes de irse a dormir, papá siempre le contaba un cuento. A Telmo le encantaban los fantásticos, con castillos y seres voladores. La noche previa a su décimo cumpleaños le preguntó a papá si volvería a ver a mamá. Papá, apesadumbrado por la muerte de mamá, le respondió: «Si lo deseas con todas tus fuerzas, tal vez puedas verla mañana». Aquella noche en Belmonte, Telmo pidió un deseo y rezó con todas sus fuerzas. Horas después, el pegajoso calor estival lo desveló. Telmo se aproximó a la ventana y entonces la vio.
A lo lejos, el castillo de Belmonte comenzó a temblar y, a su alrededor, fue envuelto por un halo argénteo. A cada lado, se desplegaron dos extensas murallas que parecían alas. Las banderas y los pendones se habían entrelazado uniformemente en una cola larga y sinuosa. Cuatro patas fueron irguiendo una mole pétrea, conformada por miles de sillares donde uno esperaría escamas. A través de sus dos ventanucos, la amigable cabeza sondeó el horizonte. Resopló por un matacán y sus dientes, ahora almenas, esbozaron una amplia sonrisa.
Una majestuosa dragona se alzaba ante él.
Sabía que era ella. ¿Quién si no sería la primera en felicitarlo?
Autor: Manuel Sierra Fernández, de Quintanar de la Orden (Toledo)
Escucha el microrrelato
Narrado por Javier Vences Benito
Fotografía de Jose Luis Filpo Cabana. License CC-BY