Microrrelato: El fósforo que prende la mecha
Un olor a quemado invadió la habitación del pequeño Benoît. No acostumbraba a asomarse a la ventana ante aromas extraños, conocedor de la conductividad que el río otorgaba a los olores, pero en este caso, se tornó tan intenso, que no tuvo alternativa. Incrédulo, observó como las llamas al otro lado del Sena devoraban la catedral de Notre Dame.
Benoît aprovechó el abatido estado de ánimo de la ciudad para enmascarar un hecho que le tenía completamente impresionado: la noche anterior al terrible incendio, en un súbito acto de impotencia, había destrozado contra el suelo una pequeña réplica de la catedral, tras recibir su equipo un gol que les condenaba a perder la copa.
Su infantil inocencia le hacía responsable de lo sucedido, pero en lugar de martirizarse por ello, alucinaba con el poder que creía se le había otorgado. Pasó días enteros reflexionando sobre si volver a usar su don o dejarlo morir junto a su capacidad destructiva.
Durante el verano, la estrella de su equipo fichó por el eterno rival. Ante la inminencia de su cumpleaños, fue directo a su padre a pedir que le regalasen una replica en tres dimensiones del estadio enemigo.
Autor: Jonatan Penón Franch, de Illescas (Toledo)
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Fotografía de Atoma, bajo licencia CC BY-SA 2.5
Música de Aaron Kenny